El silencio es abrumador. Ya no sé si es por no querer escuchar las voces en mi mente o porque ya no puedo escuchar nada... Pero no quiero estar ahí, no quiero comprobarlo. Tampoco quiero quedarme a solas con un cuaderno, podría comenzar a escribir aquello que no soy capaz de aceptar, aquello que he querido mantener oculto de mi conciencia.
La música que antes escuchaba con deleite... trato de evitarla con un fervor intenso. Mis neuronas podrían despertar y quien sabe qué tanto podría descubrir de mí misma, de mi alrededor, de aquellas personas que tanto amo...
Prefiero esta pausa, que las cosas se queden congeladas. Invierto la mayor parte de mi energía en detener la vorágine que se ha formado, a base de años y años de palabras no escritas, líneas no dibujadas, lágrimas no lloradas. Intento intensamente que, todo se quede como entonces, cuando nada era visible, cuando no era capaz de entender y no me podía alcanzar nada...
Pero no es sólo un capricho, ni temor infundado... Sé que, de liberarse ahora, no podría tolerar la fuerza ni las sacudidas de su manifestación. Algo en mí, una parte que me mantiene viva y cuerda, me susurró por años que necesitaba fortalecerme, que necesitaba crecer. Aunque irónicamente, justamente el mantenerlo a raya, me previene de las experiencias que podrían darme las habilidades para enfrentarlo.
Vaya situación.
Algo en mi interior me dice que los muros cederán pronto, que, cual presa desbordada sobre un pueblo, devorará aquello que encuentre a su paso.
¿Qué pasará cuando se retiren las aguas?
¿Qué va a quedar?
¿Sobre qué va a brillar el sol?
¿Sobre la miseria? ¿Sobre la destrucción?
Tal vez de eso se trata. Tal vez, como en tierras de siembra, todo necesita ser cortado y los restos quemados para que las cenizas abonen la tierra para ser fértil de nuevo y que puedan crecer nuevas cosas... Tal vez...
La música que antes escuchaba con deleite... trato de evitarla con un fervor intenso. Mis neuronas podrían despertar y quien sabe qué tanto podría descubrir de mí misma, de mi alrededor, de aquellas personas que tanto amo...
Prefiero esta pausa, que las cosas se queden congeladas. Invierto la mayor parte de mi energía en detener la vorágine que se ha formado, a base de años y años de palabras no escritas, líneas no dibujadas, lágrimas no lloradas. Intento intensamente que, todo se quede como entonces, cuando nada era visible, cuando no era capaz de entender y no me podía alcanzar nada...
Pero no es sólo un capricho, ni temor infundado... Sé que, de liberarse ahora, no podría tolerar la fuerza ni las sacudidas de su manifestación. Algo en mí, una parte que me mantiene viva y cuerda, me susurró por años que necesitaba fortalecerme, que necesitaba crecer. Aunque irónicamente, justamente el mantenerlo a raya, me previene de las experiencias que podrían darme las habilidades para enfrentarlo.
Vaya situación.
Algo en mi interior me dice que los muros cederán pronto, que, cual presa desbordada sobre un pueblo, devorará aquello que encuentre a su paso.
¿Qué pasará cuando se retiren las aguas?
¿Qué va a quedar?
¿Sobre qué va a brillar el sol?
¿Sobre la miseria? ¿Sobre la destrucción?
Tal vez de eso se trata. Tal vez, como en tierras de siembra, todo necesita ser cortado y los restos quemados para que las cenizas abonen la tierra para ser fértil de nuevo y que puedan crecer nuevas cosas... Tal vez...
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