Han pasado tantos años, pero en realidad tantos años. Y lentamente reconozco quién soy. No quiero mirar atrás porque mi propia honestidad no me permitiría seguir adelante, me obsesionaría con cada cosa, cada decisión mal tomada, con cada equivocación, cada tropiezo y caída. Me concentro en continuar. En mirar cada una de las cosas como eventos objetivos, sin concentrarme demasiado en lo abstracto detrás de cada acto. Y en realidad funciona para continuar. Ahora puedo acallar esa conciencia hipervigilante, escrutadora, juiciosa. Y también puedo callar a las personas a mi alrededor, también escrutadoras y juiciosas. Yo no tengo religión, no pertenezco a una secta ni tengo afiliación política. No estoy afiliada a otra filosofía más que a aquella que me guía a, ser plena, sin herir a terceros, lo menos posible. Aunque ya acepté que eso de no herir a terceros es una fantasía, la fantasía de cero consecuencias. Todo tiene consecuencias. Así que ejercer el mínimo de daño...
"¿qué haremos ahora para espantar a los espantosos, aterrorizar a los terroríficos, horripilar a los horripilantes?" Ray Bradbury, El árbol de las brujas