Los escritores, todos, la vocación. La necesidad de hacer un algo que llama, la facilidad, la intención, la repetición, el talento. Habemos una variedad, aún no se si grande o pequeña, de personas atrapadas en un sinfín de justificaciones para no escuchar la voz. Para quienes la definición de las cosas es más importante aún que la acción. ¿Cómo las llamarías? ¿Perdedores? ¿Desperdiciados? ¿Soberbios? Saber los significados, interpretar, atrapar, delimitar, constituyen el objeto de nuestra masturbación mental por la que vivimos, por la que comemos, por la que abrimos los ojos día tras día. Somos incompatibles con la realidad. Creo que somos la culminación de una sociedad que se desvive por explicar las formas, la condición y la importancia de la condición humana. Tomamos por estandarte todo aquello que nos separa de la vida salvaje animal, condenamos el instinto y alabamos la pureza del pensamiento. Abrazamos la esperanza vacua de que, nuestro pensamiento nos salvará de una vida fútil...
"¿qué haremos ahora para espantar a los espantosos, aterrorizar a los terroríficos, horripilar a los horripilantes?" Ray Bradbury, El árbol de las brujas