De la infantil necesidad, de la suave y cálida, dramática manera de demostrarse que se existe. Que la vida es, que no soy un sueño dentro de otro sueño, que eventualmente tú reconoces que ahí estoy, que siento, que te veo y que también te reconozco. Como el pequeño, pidiéndole a su madre que lo vea haciendo tal ó cual cosa, porque así, cuando ella lo mira, cuando le habla y ella voltea y sonríe ante la pirueta... la siente y le devuelve la sonrisa sabiendo que es real, que existe, que es, y que ella también le quiere.
"¿qué haremos ahora para espantar a los espantosos, aterrorizar a los terroríficos, horripilar a los horripilantes?" Ray Bradbury, El árbol de las brujas