Al principio fue el vacío. Nada. Poco a poco, la respiración antes unísona, tranquila, rítmica, se separó del resto, se detuvo por varios segundos y empezó a escucharse en otro espacio. Se volvió arrítmica, dificultosa, cambiando de intensidad y de vibración, siendo ahora como un silbido, ahora como un susurro. Se detenía, varios segundos, luego se reanudaba. Lentamente se fue incorporando a lo que parecía un sinfin de respiraciones más: se dió cuenta de que no estaba sola. Y como recordando el compás y tempo que había seguido, en una conciencia de ello (memoria escasa), comenzó a seguir ahora una, ahora otra, y siempre, en algún punto, antes ó después, aquella respiración variaba el tono, se aceleraba, se detenía. Y a veces pasaba, que se perdía entre las otras respiraciones que empezaban a elevar su intensidad, aquella sincronía lograda, era opacada por ruido, por tantas otras que era difícil distinguir, reconocer una de otra. Luego de varios intentos, de perderse ta...
"¿qué haremos ahora para espantar a los espantosos, aterrorizar a los terroríficos, horripilar a los horripilantes?" Ray Bradbury, El árbol de las brujas