Voy a contarte algo acerca del esfuerzo.
Tal vez tienes la perspectiva de quien realmente sabe el significado de la palabra: aquellas personas que toda su vida han tenido que trabajar por lo que tienen.
Tal vez eres del grupo a quien nadie le ha dicho nunca que tiene valor, que no lo ha encontrado y que sigue mirando las oportunidades y las metas como cosas que no son para ellos.
O tal vez, eres del grupo al que yo pertenezco, del que soy más consciente y cuyas mecánicas me han hecho quien soy en este mundo: las personas que tenían grandes futuros.
¿Te suena familiar?
Tus padres te lo hicieron saber. Tus familiares lo decían. Tus profesores lo esperaban de ti. Tus compañeros hablaban de eso y les eras puesto como ejemplo.
En esa época donde las calificaciones escolares significaban algo, tú ibas a la cabeza en la vida. En el imaginario.
No me malentiendas. Ciertamente estabas dotado de una gran inteligencia, era lo que te caracterizaba. Tu capacidad para absorber información era superior, así como tu memoria y tu destreza en los números. Estabas muy por encima del promedio,
Nadie lo decía a voces, pero todos te miraban y actuaban hacia ti sabiendo a donde se supone que debías ir, qué se supone que debías hacer, cómo deberías actuar y cuál debería ser tu siguiente paso.
Todos lo sabían, menos tú.
Y así, por mucho tiempo, te moviste por inercia, a donde te llevaban.
¿Cómo lo sé?
Los títulos de las cosas no importan, el esquema es claro: elegías "lo mejor", elegías lo más difícil, elegías los retos y elegías todo lo que te pusiera por encima de los demás. Así se supone que debía ser. Ellos, los adultos, ya ni siquiera tenían que decírtelo: tú lo elegías porque era lo que esperaban de ti.
Y así continuabas hasta que encontrabas una barrera.
Para todas las personas que existieron o existen en este esquema, es así. No importa a qué altura de la vida encuentres esa barrera, pudo ser antes o después pero justo cuando ya tuvieras asimilada la manera de cómo funcionaba la vida para ti: tu valor se fundamentaba en tu capacidad para hacer las cosas, y mientras más fáciles te fueran, más valor tenías.
Entonces, al encontrarte con esta barrera, tu valor comenzaba a decrecer.
Creo que para las personas que encontraron esta barrera antes de que sus mundos se cerraran y de que las posibilidades se definieran, pudo ser mejor. Tuvieron oportunidad de escuchar a las personas hablar acerca de que no todo es fácil, que está bien que algo te cueste trabajo y que hay valor en el esfuerzo para aprender algo y alcanzar metas.
Pero para aquellas personas para las que esta barrera apareció en su vida cuando la idea de cómo debiera ser la vida estaba ya muy asimilada en sus rutinas, en sus emociones, en su entorno, las cosas fueron realmente difíciles.
Algunas no se recuperaron. Algunas no se recuperan aún.
Para estas personas, los músculos de la voluntad, del esfuerzo, de la resiliencia, no están desarrollados. Toda la vida que hasta entonces conocieron, se confiaron en su capacidad dada, su "inteligencia".
Las cosas nunca les costaron, aprender algo les fue fácil hasta entonces, los halagos llovían. Y así, su ego fue nutrido, la soberbia era su manera de relacionarse con los demás y la condescendencia su mecanismo de empatía.
Armas muy poco eficaces para un mundo lleno de barreras.
En los mejores casos, por decirles así a los casos que no implican sufrimiento constante, las trampas y las alianzas fueron su manera de navegar a través de la adversidad, haciéndolos tomar decisiones difíciles pero que los mantenían en su zona de confort.
Para los peores casos, de aquellos que tampoco tenían una destreza social y que fueron entrampados por sus propias mentes, esa no era una opción.
Digo que fueron entrampados por sus mentes porque, esa voz en su cabeza les decía que esas acciones no eran limpias. Que ese no era el camino y que, de algún modo, tenían que regresar a lo conocido que les daba toda la satisfacción que necesitaban, porque "eran mejores que eso"...
Pero en lo que fallaban era en ver que las condiciones eran diferentes. Ya sea que se encontraran frente a un reto intelectual, o frente a una situación externa que los ponía en desventaja, no eran capaces de reconocerla: simplemente jamás se habían encontrado ante ellas como para reconocerlas.
La burbuja de la realidad que conocían hasta entonces no se había roto para dar paso a las nuevas condiciones y entonces peleaban contra estas situaciones nuevas y desconocidas como quien pelea contra fantasmas, contra seres incorpóreos: asestando golpes sin estrategia y sin tomar en cuenta su naturaleza.
Para este punto, el sistema se ha quedado sin recursos y muchas de sus partes se están colapsando. El ego sufre, la soberbia se refuerza y la condescendencia se ha invertido.
Las emociones entran en juego, pero fisiológicamente el desgaste también es evidente: ya no son capaces de crear felicidad y han caído en una espiral de depresión.
Todas sus creencias sufren. Los demás, en quienes confiaban, comienzan a volverse enemigos crueles.
Y la confianza en ellos mismos también está desgastada. Tal vez aún hayan espacios donde se encuentran como en casa: un hobbie, un tema, una disciplina. Pero están tan pocos conectados a la realidad, que es difícil crear con ellos toda una vida, así que lo más seguro es que sean más como vicios o escapes.
Lo que sigue es, que la persona refuerce su mundo. Lo haga a prueba de cualquier cosa, ya sea plantando minas para que ningún intruso se acerque (ya sean personas o ideas) o alejándose totalmente de todos y todo lo que le representa una amenaza para su ego. Esta manera de afrontar esa realidad es la automática. Y la menos dolorosa.
Sé que no será una realidad cómoda ni exenta de dolor ni sufrimiento, pero sí será una realidad conocida y una realidad en la que la persona se sitúa como víctima y como lo más importante. Esa persona vivirá para sí misma y su rango de acción para con los demás será muy limitado, ya que sus recursos (emocionales, económicos, energía, tiempo) serán apenas suficientes para sustentarse a sí mismo y a la vida que eligió.
Hay otra posibilidad. Una decisión difícil de tomar ya que te enfrenta a tu realidad, a todas tus creencias, a todo.
Es poner en duda todo. Implica dar espacio a la duda, a las oportunidades. Reconocer que el camino que conoces puede no ser el único, y que hay otras maneras de hacer las cosas.
Es el camino del esfuerzo.
Un camino que comenzarás desde cero y que descubrirás básicamente solo. Pondrá en duda todas tus seguridades, te mostrará cosas que no sabías que existían y ante la novedad sentirás mucho dolor, confusión y ansiedad.
Lo cuál no estaría mal si fueras un niño cuidado, respaldado por adultos capaces y con recursos. Pero que ahora enfrentarás con un cúmulo de responsabilidades y obligaciones dependiendo de tu edad. Además de que no solo te enfrentas a la construcción de un nuevo mundo, sino a combatir mientras te deshaces de las construcciones que tenías hasta ese momento, como el ego, soberbia y demás mecanismos que hayan resultado del otro camino
Pero no todo será malo, en este camino, si es que lo eliges, el sufrimiento será opcional. En cada etapa. A cada momento. Estarás a una decisión de distancia del sufrimiento.
Y el 50% de posibilidades de triunfar.
Tal vez tienes la perspectiva de quien realmente sabe el significado de la palabra: aquellas personas que toda su vida han tenido que trabajar por lo que tienen.
Tal vez eres del grupo a quien nadie le ha dicho nunca que tiene valor, que no lo ha encontrado y que sigue mirando las oportunidades y las metas como cosas que no son para ellos.
O tal vez, eres del grupo al que yo pertenezco, del que soy más consciente y cuyas mecánicas me han hecho quien soy en este mundo: las personas que tenían grandes futuros.
¿Te suena familiar?
Tus padres te lo hicieron saber. Tus familiares lo decían. Tus profesores lo esperaban de ti. Tus compañeros hablaban de eso y les eras puesto como ejemplo.
En esa época donde las calificaciones escolares significaban algo, tú ibas a la cabeza en la vida. En el imaginario.
No me malentiendas. Ciertamente estabas dotado de una gran inteligencia, era lo que te caracterizaba. Tu capacidad para absorber información era superior, así como tu memoria y tu destreza en los números. Estabas muy por encima del promedio,
Nadie lo decía a voces, pero todos te miraban y actuaban hacia ti sabiendo a donde se supone que debías ir, qué se supone que debías hacer, cómo deberías actuar y cuál debería ser tu siguiente paso.
Todos lo sabían, menos tú.
Y así, por mucho tiempo, te moviste por inercia, a donde te llevaban.
¿Cómo lo sé?
Los títulos de las cosas no importan, el esquema es claro: elegías "lo mejor", elegías lo más difícil, elegías los retos y elegías todo lo que te pusiera por encima de los demás. Así se supone que debía ser. Ellos, los adultos, ya ni siquiera tenían que decírtelo: tú lo elegías porque era lo que esperaban de ti.
Y así continuabas hasta que encontrabas una barrera.
Para todas las personas que existieron o existen en este esquema, es así. No importa a qué altura de la vida encuentres esa barrera, pudo ser antes o después pero justo cuando ya tuvieras asimilada la manera de cómo funcionaba la vida para ti: tu valor se fundamentaba en tu capacidad para hacer las cosas, y mientras más fáciles te fueran, más valor tenías.
Entonces, al encontrarte con esta barrera, tu valor comenzaba a decrecer.
Creo que para las personas que encontraron esta barrera antes de que sus mundos se cerraran y de que las posibilidades se definieran, pudo ser mejor. Tuvieron oportunidad de escuchar a las personas hablar acerca de que no todo es fácil, que está bien que algo te cueste trabajo y que hay valor en el esfuerzo para aprender algo y alcanzar metas.
Pero para aquellas personas para las que esta barrera apareció en su vida cuando la idea de cómo debiera ser la vida estaba ya muy asimilada en sus rutinas, en sus emociones, en su entorno, las cosas fueron realmente difíciles.
Algunas no se recuperaron. Algunas no se recuperan aún.
Para estas personas, los músculos de la voluntad, del esfuerzo, de la resiliencia, no están desarrollados. Toda la vida que hasta entonces conocieron, se confiaron en su capacidad dada, su "inteligencia".
Las cosas nunca les costaron, aprender algo les fue fácil hasta entonces, los halagos llovían. Y así, su ego fue nutrido, la soberbia era su manera de relacionarse con los demás y la condescendencia su mecanismo de empatía.
Armas muy poco eficaces para un mundo lleno de barreras.
En los mejores casos, por decirles así a los casos que no implican sufrimiento constante, las trampas y las alianzas fueron su manera de navegar a través de la adversidad, haciéndolos tomar decisiones difíciles pero que los mantenían en su zona de confort.
Para los peores casos, de aquellos que tampoco tenían una destreza social y que fueron entrampados por sus propias mentes, esa no era una opción.
Digo que fueron entrampados por sus mentes porque, esa voz en su cabeza les decía que esas acciones no eran limpias. Que ese no era el camino y que, de algún modo, tenían que regresar a lo conocido que les daba toda la satisfacción que necesitaban, porque "eran mejores que eso"...
Pero en lo que fallaban era en ver que las condiciones eran diferentes. Ya sea que se encontraran frente a un reto intelectual, o frente a una situación externa que los ponía en desventaja, no eran capaces de reconocerla: simplemente jamás se habían encontrado ante ellas como para reconocerlas.
La burbuja de la realidad que conocían hasta entonces no se había roto para dar paso a las nuevas condiciones y entonces peleaban contra estas situaciones nuevas y desconocidas como quien pelea contra fantasmas, contra seres incorpóreos: asestando golpes sin estrategia y sin tomar en cuenta su naturaleza.
Para este punto, el sistema se ha quedado sin recursos y muchas de sus partes se están colapsando. El ego sufre, la soberbia se refuerza y la condescendencia se ha invertido.
Las emociones entran en juego, pero fisiológicamente el desgaste también es evidente: ya no son capaces de crear felicidad y han caído en una espiral de depresión.
Todas sus creencias sufren. Los demás, en quienes confiaban, comienzan a volverse enemigos crueles.
Y la confianza en ellos mismos también está desgastada. Tal vez aún hayan espacios donde se encuentran como en casa: un hobbie, un tema, una disciplina. Pero están tan pocos conectados a la realidad, que es difícil crear con ellos toda una vida, así que lo más seguro es que sean más como vicios o escapes.
Lo que sigue es, que la persona refuerce su mundo. Lo haga a prueba de cualquier cosa, ya sea plantando minas para que ningún intruso se acerque (ya sean personas o ideas) o alejándose totalmente de todos y todo lo que le representa una amenaza para su ego. Esta manera de afrontar esa realidad es la automática. Y la menos dolorosa.
Sé que no será una realidad cómoda ni exenta de dolor ni sufrimiento, pero sí será una realidad conocida y una realidad en la que la persona se sitúa como víctima y como lo más importante. Esa persona vivirá para sí misma y su rango de acción para con los demás será muy limitado, ya que sus recursos (emocionales, económicos, energía, tiempo) serán apenas suficientes para sustentarse a sí mismo y a la vida que eligió.
Hay otra posibilidad. Una decisión difícil de tomar ya que te enfrenta a tu realidad, a todas tus creencias, a todo.
Es poner en duda todo. Implica dar espacio a la duda, a las oportunidades. Reconocer que el camino que conoces puede no ser el único, y que hay otras maneras de hacer las cosas.
Es el camino del esfuerzo.
Un camino que comenzarás desde cero y que descubrirás básicamente solo. Pondrá en duda todas tus seguridades, te mostrará cosas que no sabías que existían y ante la novedad sentirás mucho dolor, confusión y ansiedad.
Lo cuál no estaría mal si fueras un niño cuidado, respaldado por adultos capaces y con recursos. Pero que ahora enfrentarás con un cúmulo de responsabilidades y obligaciones dependiendo de tu edad. Además de que no solo te enfrentas a la construcción de un nuevo mundo, sino a combatir mientras te deshaces de las construcciones que tenías hasta ese momento, como el ego, soberbia y demás mecanismos que hayan resultado del otro camino
Pero no todo será malo, en este camino, si es que lo eliges, el sufrimiento será opcional. En cada etapa. A cada momento. Estarás a una decisión de distancia del sufrimiento.
Y el 50% de posibilidades de triunfar.
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