Trato mis decisiones como hijas que no son suficiente. Me veo como una de esas madres que sienten un gran orgullo por sus bellas hijas, pero que a cada paso no pueden evitar pensar en cómo podrían verse mejor, cómo podrían ser menos criticadas, cómo podrían estar más en "sintonía" con el mundo y sus requerimientos. ¿Vergüenza? ¿Necesidad de aprobación? No sé cuál es el motor de esa necesidad... Que de momento parece tan necesaria, tan lógica, tan articulada, pero que, cuando das un paso atrás para ver, te das cuenta que, en ese momento, lo que resalta es simplemente que no es como se concibió, que es un clon desdibujado de lo que debió haber sido. Y tanto hija como madre se miran sin reconocerse del todo, apenas un par de extrañas en la misma habitación que comparten una idea, pero que de fondo jamás llegaron a tocarse... Apenas se rozaron la punta de los dedos en un intento de crear lazos... Estoy acostumbrada a moldear absolutamente todas mis ideas, y no con la finalidad...
"¿qué haremos ahora para espantar a los espantosos, aterrorizar a los terroríficos, horripilar a los horripilantes?" Ray Bradbury, El árbol de las brujas