Compromisos...compromisos. De las cosas que más temo. Los compromisos que adquirí y no abandoné, eran fáciles por su calidad obligatoria, fueron principalmente cosas de la escuela. Aprobar los cursos, tener buenas notas. Lo asumí y lo cumplí. Lo siguiente que recuerdo es que no pude mantener un compromiso por mucho tiempo. Cuando me vi enfrentada a tomar decisiones sobre mi propia vida, fallé intensamente, la obligatoriedad de las cosas había desaparecido, mi capacidad de elección se vio deslumbrada por el camino de la no acción, del poder para hacer que las cosas pasen, para que no pasen.
La vastedad del mundo de posibilidades abruma como pocas cosas, para qué elegir y comprometerse con algo que es una mala amante? Mis conflictos internos se sublimaban y eran, entonces, conflicto con todo el exterior. No tenía paz. Todo era, todo pesaba, todo estaba mal.
Por el otro lado, el quehacer, era vacuo, para un mundo que yo rechazaba, nada tenía sentido, para un mundo que me confrontaba todo el tiempo. Y no tenía el tiempo ni la energía, ni me movía el odio suficiente para destruir y combatir. Hacía tiempo que había descubierto algo, un espacio que me envolvía y que se parecía tanto a la posibilidad soñada de tranquilidad. De paz. Un espacio donde no tenía que mirar a nadie, ver las imperfecciones del exterior, ni ocuparme de mi interior porque, si bien este espacio al que me refiero es/está en mi mente, su propia calidad de creación y fantasía le confería la propiedad de barrera contra mi propio interior. Me aislaba del exterior y de mi misma.
Por así decirlo.
Prácticamente.
Y me acostumbré tanto a no interferir, ni en mi, ni en el exterior. Aprendí a moverme de modo que esquivaba todo, era el juego donde no tocaba nada y nada me tocaba, donde nada cambiaba y en la constante permanencia de las cosas, hallaba tranquilidad.
No sólo era metafóricamente hablando. Así se traducía en mi peso, cómo lucía mi cuerpo, algunos rituales. Hice sagradas muchas cosas, deseché otras, obvié al resto del mundo.
Fue hermoso, debo decir, aprendí a observar ciertas cosas, no todo, porque aún volteo hacia arriba y me maravillo como quien descubre que existen las nubes y sus formas caprichosas. Pero tuve un panorama basto de todo lo que quería evitar, pude ver, por así decirlo, una oscuridad personalísima que, en sí misma, era atractiva, radiante, a quien le dediqué toda mi atención, TODA, levanté una deidad que habitaba en mi misma, negandola, expandiéndola, rindiéndole tributo, siéndole absoluta y totalmente fiel.
Debo admitir que eso no dejó espacio a nadie ni nada más, no buscaba a nadie, evitaba a todos, prefería la soledad. Y así, quienes se me acercaron, fueron esas mentes inquietas que tenían más curiosidad que amor propio, a quienes podía tratar porque tenían la misma inquietud por mi que yo misma, y a quienes deseché como cosas cuando abrieron la relación al mundo de alguna u otra forma que yo si, decidía arbitrariamente.
Saben? Ahora que lo escribo, ese fue mi más grande compromiso luego de aquellos obligatorios como escribí arriba. Me pareció más valioso conservar esa fidelidad, a esa oscuridad que no entiende de nada más que de la energía de la que necesita alimentarse, y que yo le proveía sin pensarlo dos veces. De hecho, puedo recordar el momento exacto en que ese pacto se selló con sangre, porque estaba en un momento decisivo en el que peligraba la estabilidad de ese ente y exigía pactar el compromiso, pronunciarlo en voz alta y reconocerlo. Declararse victorioso sobre todo, todo, incluso sobre mi, sobre cualquier ambición, sueño, novio, amigo, filosofía, todo. Y lo hice.
Sí. Le prometí mi vida. Le enaltecí.
A partir de entonces era todo lo que dibujaba, la misma cara, mujer siempre, podría tener otro rostro? Siempre femenina, siempre hermosa, oscura, misteriosa. Algo de ella rondaba en mi como su morada que era, y creo que siempre quise exaltar el lado masculino en mi para poder declararle ese amor y que el idilio pudiese tomar la forma de los grandes, grandes amores de la historia.
Fue todo. Todo para mi. Sobre cualquier cosa, te das cuenta?
Sí, le temo a los compromisos, si son tan exigentes y dolorosos como este, tan pesados y tan despiadados.
A lo largo de la vida (casi un cuarto de siglo), me he dado cuenta de que hay ciertos tópicos que me llaman más la atención y sólo cuando me pongo en plan de "la vida me interesa", capto estas ideas. Así llegó Sean Brennan, Sartre, Marilyn Manson, Osho, Herman Hesse, Hyperion (no están en orden de aparición ni de importancia) y un sinfin que ahora no vienen a mi mente. Muchos de estos escritores y personajes escribiendo sobre cosas oscuras, muchos tomados como charlatanes (y no los defiendo), pero el caso es que, en ellos he encontrado el reflejo de muchos pensamientos. Algunos no encuentran valor, otros son eliminados por ambas partes, otros toman una forma distinta, otros sólo son. Y sea cual sea su destino, tienen un gran valor. Por eso me decido a escribir desde ahora sobre mi tema de exposición del semestre: Ove Arup. Bien, hasta este punto sé muy poco, pero lo suficiente como para encontrar en este hombre un reflejo: Le gustaba y hacía música, cambió de filos...
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