Ladea la cabeza y el cabello le cae lentamente sobre el rostro, casi tapándole por completo un ojo. Con el otro que está libre, le mira intensamente. Una conexión entre ambas pupilas, como si una línea recta y rígida les obligara a no desviar la mirada ni un milímetro.
Afuera hace un calor casi insoportable, y es "casi insoportable" si no fuera porque la ropa poco a poco fue sobrando hasta que de despojaron de ella, las ráfagas de aire que entraban por la ventana, estaban cargadas de un cálido seco que hacía que pequeñas gotas de sudor salieran por los poros para refrescar y luego desaparecieran.
Las manos de ella subieron por los muslos lentamente, como si se previnieran de distraer a aquellos ojos con algún movimiento brusco y se posaron sobre la cintura definida. Aquella curva y los ángulos que los brazos formaban, detallaban una armonía que sólo puede lograrse con un poco de variedad en las formas, las adecuadas.
Entonces aquella línea recta que salía de las pupilas de ambos, se torció para dar paso al recorrido obvio sobre sus cuerpos. Hasta llegar a la punta de los pies. Cada uno a su ritmo, cada uno a un tiempo distinto, aunque terminando en el mismo lugar. Un vistazo más allá, perdiéndose en el mar de líneas, volúmenes y contrastes que la realidad material representaba, dando paso a la oportunidad de que la mente se adentre un poco más, siempre restringida a elucubraciones cuya profundidad está delimitada por el entendimiento de cualquier cosa fuera de uno mismo.
Afuera hace un calor casi insoportable, y es "casi insoportable" si no fuera porque la ropa poco a poco fue sobrando hasta que de despojaron de ella, las ráfagas de aire que entraban por la ventana, estaban cargadas de un cálido seco que hacía que pequeñas gotas de sudor salieran por los poros para refrescar y luego desaparecieran.
Las manos de ella subieron por los muslos lentamente, como si se previnieran de distraer a aquellos ojos con algún movimiento brusco y se posaron sobre la cintura definida. Aquella curva y los ángulos que los brazos formaban, detallaban una armonía que sólo puede lograrse con un poco de variedad en las formas, las adecuadas.
Entonces aquella línea recta que salía de las pupilas de ambos, se torció para dar paso al recorrido obvio sobre sus cuerpos. Hasta llegar a la punta de los pies. Cada uno a su ritmo, cada uno a un tiempo distinto, aunque terminando en el mismo lugar. Un vistazo más allá, perdiéndose en el mar de líneas, volúmenes y contrastes que la realidad material representaba, dando paso a la oportunidad de que la mente se adentre un poco más, siempre restringida a elucubraciones cuya profundidad está delimitada por el entendimiento de cualquier cosa fuera de uno mismo.
Comentarios