Me gustaría no tener dudas, pero eternamente me cuestiono todo sin llegar a buen puerto. Hay elementos que faltan para una visión real, y mi fe no me parece elemento objetivamente significativo. Cual sería la diferencia entre eso y una mentira que deseo creer.
Prefiero las aguas claras, el mundo de las proyecciones racionales y las seguridades que lo construido puede dar. Mucho o poco.
No soy un ser humano terminado, no he terminado de aprender, y estoy totalmente segura de que no he terminado con el sufrimiento. Por eso me hundo en estas aguas turbulentas que no aseguran nada, que no tienen referencias claras ni un patrón aparente.
Tal vez encuentre la manera de descifrarlas.
Tal vez salga muy herida en el proceso.
Pero no es como si eso me importe lo suficiente como para pensármelo más.
Creo que el ser humano se enfrenta siempre a uno, o tal vez más eventos, cruciales, que ponen en duda todo lo que ha construido. Yo lo hago todo el tiempo, pero este es uno grande que promete grandes aprendizajes.
Y creo que cual sea lo que se busque aprender, o lo que haya que poner en duda, no nos equivocamos al elegir la batalla que nos permitirá el aprendizaje. Sea la que sea. Pongo mi fe en eso, porque me sobra y no encuentro donde más ponerla sin que parezca locura.
Pies. Mis pies me han llegado por todo el mundo que conozco. Literal y metafóricamente. Han sido mi único y leal instrumento. Y han sido fieles todo el tiempo, junto al resto de mi cuerpo. Me han cargado, y han padecido mis arranques de vanidad, han soportado mi deseo de verme de cierta forma aunque eso represente incomodidad, dolor. Pero realmente, han jugado bien su papel, más allá de lo esperado, que ya es mucho y más de lo que algunos tienen. Debo cuidar más mi cuerpo, ser más observadora y no retar en aquellas situaciones donde es posible, casi con seguridad, que en un pequeño descuido, el daño sea mayor, doloroso e incapacitante. Si lo pienso, una vez más, fue una gran falta de cuidado. No importa nada más que cuidar nuestro cuerpo.
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