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Cierra diciendo "... y la calma es como la muerte...". 
Apaga todo, incluyendo la luz. Camina apenas con la penumbra que se hace desde el exterior, guiada por el recuerdo intenso de una casa que ha andado... ya varios años. 
En su habitación, también a media luz, se dibujan los perfiles de los cuadros en las paredes, siempre se ha dibujado a si misma, como es, como fue, como le gustaría ser... 
Y a medida que se desnuda para meterse a la cama, mira las partes de su cuerpo: admirada por la delgadez, las manos de dedos largos, el vientre plano, muslos definidos, pies lindos... hasta la expresión de su rostro con labios, ojos, nariz... el cabello... Es lo que siempre quiso, sobre lo que siempre escribió, todo lo que describía y que atribuía a sus personajes.

Pero se daba cuenta, que de algún modo, nunca había esperado llegar a ese punto, en algún momento, se convirtió en narrador de su propia vida y no había fuerza que moviera ese cuerpo, esa persona que tanto observara... Un círculo vicioso, por una parte, siendo narradora que observaba muy a menudo y con detalle a su personaje, pero que de tanto, ésta tarea le absorbió al punto de que se quedó inmóvil para no perder el siguiente evento... Que nunca llegó porque su propia inmovilidad significaba la inmovilidad de su musa... 
Es que, ya no había historia. Recordando, aquél sabio pensamiento emitido a los 7 años marcó su vida: a la niña que fue, crecer y vivir le era una experiencia tan maravillosa, tan extraña, tan rica en aprendizaje, tan excitante, que le era imposible pensar en llegar a los 13 años y vivir todo aquello. Un día a la vez, existió para que eso se cumpliera, pero llegados los trece años, el plan se había terminado. Y se volcó en una especie de espera. Buscando su camino. 
No había tal. 

Pero existe esa persona que se formó en su infancia, todos esos atributos deseables... los contemplaba y sabía que los tenía: era la persona que siempre quiso. A base de trabajo, se convirtió en todos los atributos que creía deseables y el precio estaba pagado, no había que temer. Dado este sueño, caminaba rápidamente a construir el siguiente, y el siguiente.... y el siguiente...   

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