ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO

La realidad es impactante, las carencias duelen, por nada del mundo te gustaría saber que alguien se siente así. Eres suficiente? Eres capaz de cubrir sus necesidades? Sabes que apenas puedes cubrir las tuyas y también que el camino a esa situación es sinuoso, no es posible explicarlo con palabras, no es posible que entiendan y asimilen la trascendencia de un aprendizaje que solo llega por medio de la experiencia, la meditación y la conciencia. Te gustaría contagiarle el sentimiento, pero sabes que no es posible. Que ha de seguir su camino y que puedes estar cerca, muy cerca.

He visto los arboles ser acariciados por las constantes ráfagas de aire que, como lamidas de una lengua que sin necesidad de humedad se desliza suavemente por su superficie aterciopelada que es la masa de hojas, responden en un intercambio de lenguaje imposible de descifrar ya que surge espontáneo y nunca es el mismo, es irrepetible, como palabras que, pronunciadas una vez, jamás volverán a ser dichas.

Y este primero de Julio transcurrió pesado, acalorado. Fue día de pago y los bancos estaban llenos de gente que iba a cambiar cheques, órdenes de pago y cobrar pensiones. Creo que eso fue lo peor. Luego de enfrentarme a una retahíla de administrativos de una institución de gobierno dedicada a la educación, incompetentes, desinteresados, perezosos; llego a una institución bancaria, obviamente privada, los cajeros tratan a la gente como si les hicieran un favor, me recuerdan a las secretarias y médicos del imss. Como decía, lo peor son los pensionados. Viejos, necesitados, tratados como cosas, como tontos. Como molestias. Lo veo en las caras de los cajeros que apresurados y con cara de fastidio les hablan fuerte, los hacen esperar y no son amables con ellos. Mucho tráfico, muchas caras largas, tanto como las filas en los bancos cerca de las 4, la hora en que los cierran. Otro día de quincena transcurrrió.